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En un mundo donde la salud se ha convertido en un bien cada vez más preciado y, a la vez, amenazado, el Día Mundial de la Salud, celebrado cada 7 de abril, adquiere una relevancia extraordinaria. Este año, bajo el lema «Mi salud, mi derecho», se hace un llamado urgente a reconocer y proteger el derecho fundamental de todas las personas a tener acceso a servicios de salud de calidad, educación e información, así como a condiciones de vida dignas.

Es necesario reflexionar sobre la situación de las comunidades indígenas de la Amazonía, que a menudo son invisibilizadas por los estados y utilizadas como símbolo de campañas internacionales para recaudar fondos, mientras continúan enfrentando condiciones de salud deplorables. Estas comunidades, dueñas ancestrales de la biodiversidad y el conocimiento de la selva, son relegadas a la marginación y la falta de recursos básicos, como agua potable, atención médica adecuada, entre otras.

A pesar de que la salud es reconocida como un derecho humano en numerosas constituciones nacionales e instrumentos internacionales, la realidad es que millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a servicios de salud esenciales. Esto se agrava en el caso de las comunidades indígenas, cuyos derechos son vulnerados sistemáticamente, quedando en una situación de desigualdad y precariedad que afecta directamente su salud y bienestar.

Los desafíos a los que se enfrentan estas comunidades son múltiples. La desnutrición, las enfermedades prevenibles y la falta de acceso a atención médica adecuada son solo algunas de las dificultades que enfrentan a diario. Además, la degradación ambiental, la deforestación y la contaminación de ríos y tierras ponen en peligro su modo de vida y su salud a largo plazo.